31/10/09

Uganda tierra adentro

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Dejamos Murchison Falls National Park bastante temprano. Nuestro próximo destino sería Kibale Forest National Park, famoso por la posibilidad de ver chimpancés en su entorno natural.
En teoría teníamos por delante unas 9 o 10 horas de “carretera”, pero como Richard y Joseph habían visto nuestro interés por la población y su modo de vida, nos propusieron que hiciéramos el recorrido hasta Kibale por caminos de tierra casi su totalidad. En vez de ir hacia el Sur dirección Masindi y coger la carretera principal allí, fuimos por caminos secundarios paralelos al lago Alberto casi hasta el final, realizando el 80% del recorrido a Kibale Forest por caminos llenos de vida y maravillosamente anaranjados, como una línea arcillosa que interrumpía por apenas tres metros la densidad verdosa de estas tierras.

23/10/09

Kibale Forest I

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Treehouse
El Chimps´Nest está situado justo en el límite Este del Kibale Forest Nacional Park, en uno de los entornos más bonitos, espectaculares y en contacto más directo con la naturaleza. Después de cenar en el restaurante del Chimp’s Nest, dos hombres con uniforme de servicio nos condujeron al treehouse. El primero llevaba una linterna ya que la casa del árbol estaba a cierta distancia del restaurante-recepción. El segundo hombre, también con linterna, llevaba algo de nuestro equipaje. Íbamos avanzando por un sendero que atravesaba la pradera que se abría en abanico delante del restaurante. Más adelante el sendero penetraba en un bosque denso de arbustos y árboles. A los lados iban quedando otros senderos que eran marcados por indicadores de madera con forma de flecha, en ellos estaban escritos los nombres de otros alojamientos.

12/10/09

Kibale Forest II - El trekking

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Llegamos 25 minutos antes a las oficinas de Kibale Forest National Park; minutos sobrantes que aprovechamos para tirar algunas fotos de aves, mariposas, saltamontes y algún que otro bichejo más.
Por fin llegó la hora del trekking. A las dos de la tarde nos dieron una pequeña charla en las oficinas, después iban asignando un guía a cada cuatro turistas, a nosotros nos tocó una “joven” pareja suiza, el era de origen español por parte de madre.

11/10/09

Queen Elizabeth National Park I - Mweya

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Después del trekking salimos inmediatamente hacia Queen Elizabeth National Park, unas 3 o 4 horas de viaje; otra vez llegaríamos de noche pero con la ventaja de que pasaríamos dos noches en este Parque.
Como ya habíamos comido el pack lunch después de ver el mercado de Fort Portal y antes del Trekking, nuestro viaje fue bastante directo, aun así pudimos ver las escenas habituales en los caminos y carreteras de Uganda, más gente transportando bidones de agua, más bicis con su carga de plátanos…

8/10/09

Canal kazinga - Queen Elizabeth National Park II

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A las tres de la tarde salía el penúltimo barco por el canal Kazinga. Hay otro safari fluvial a las cinco, justo cuando termina el nuestro, pero no es aconsejable hacerlo a esa hora porque la luz es mucho más apagada por la cercanía del ocaso, que zonas ecuatoriales se produce alrededor de las 7 de la tarde.
Salen dos barcos en cada crucero, cada uno hace el recorrido a la inversa que el otro; mientras el nuestro se dirige hacia el lago George tomando el cauce del canal Kazinga hacia la izquierda para luego desandar el camino y llegar hasta el lago Edward, el otro barco hace el recorrido contrario.




























A diferencia del crucero de Murchison Fall, donde el calor era casi insoportable, aquí la temperatura era agradable, acompañado por un cielo parcialmente nublado que haría el recorrido mucho más agradable. Nosotros subimos a la parte de arriba desde el principio, como no pensábamos realizar ningún trekking como en Murchison Fall fuimos lo más cómodos que pudimos, incluido el nuevo pareo o kanga que marga había adquirido en Fort Portal y que complementaba su “ajuar” con el último pantalón que le quedaba.
Los barcos salen desde la orilla Norte y los primeros metros son para cruzar a la orilla Sur que ya no se abandona en todo el recorrido.



















El nuestro giró a la izquierda en dirección al lago George. Ya antes de llegar a esa orilla pudimos ver una gran manada de elefantes junto a otra no menos grande de búfalos.
La verdad es que en los safaris fluviales los animales se “asoman” al rió constantemente; mientras en los game drive digamos que vas en su busca, en el rió vienen hacia a ti o ya están apostados en sus orillas, vienen a beber o simplemente viven allí, como los cocodrilos, hipopótamos y multitud de aves. La concentración de animales es altísima y se les puede contemplar muy cerca.
Con el movimiento se agradecía la brisa fresca del canal, el discurrir del barco era escoltado por los siempre incansables martines pescadores, que no cesaban de lanzarse en picado en busca de presas.





























De vez en cuando familias enteras de hipopótamos asomaban la cabeza al oír los motores del barco. Algunos búfalos solitarios o en parejas descansaban con medio cuerpo metido dentro del agua y totalmente indiferentes a los turistas.
Vimos también varios ejemplares de Yellow-Gilled Stor; un ave parecida a una cigüeña pero con un tono rosaceo en su plumaje y un pico robusto y amarillo, ave bellísima que adornaba aun más este canal.
En la cubierta del barco estábamos unas 10 personas y ya había tenido la oportunidad de escuchar exclamaciones y suspiros emitidos ante las diferentes apariciones de animales. Una pareja canadiense casi lloraba de emoción; eran amantes de las aves o Birdwatching y celebraban la aparición de alguna con alegria dolorosa. Marga y yo habíamos cambiado el modus oprerandi; cuando aparecía un ave rara la observábamos y a continuación nos volvíamos hacia los canadienses para ver sus expresiones; la verdad es que nos alegrábamos tanto de ver a las aves como de contemplar su alegría. El llevaba un objetivo de 600 mm de focal fija y tiraba ráfagas de 10 en 10.




















El barco seguía su camino descubriéndonos los misterios del Kazinga; no faltaron entre ellos la gran garza blanca así como varios ejemplares de Glossy ibis, aquellas aves de alas verdes metalizadas que vimos también en Murchison Fall .
Aparecieron también los primeros cocodrilos, si en el Nilo Victoria habíamos visto bastantes, en el canal Kazinga vimos muchos más.
Algún antílope de agua se acercaba a beber a la orilla con cierto temor. Más búfalos bañándose con hipopótamos en armonía absoluta.



















La aparición en la orilla de un African Jacana; un ave zancuda color marrón, cuello amarillo y blanco y cabeza azul cielo, fue celebrada con pasión por la pareja de canadienses. Estos devolvían a todo el mundo cierta sonrisa de complicidad, porque aunque todos éramos más discretos no dejábamos de sorprendernos en esa tarde eléctrica, tanto por el ambiente tormentoso como por las sucesivas visiones de animales.
Un poco más allá dos cocodrilos nadaban mientras en la orilla quedaban esparcidos los huesos de un antiguo festín.

























Poco a poco el canal se abrió y aparecía majestuoso el lago George. Justo en una de sus orillas a diez metros del barco, aparecieron una familia de elefantes que terminaba su jornada con un baño y juegos variados. La embarcación paró los motores, y esos diez minutos que estuvimos observándolos en silencio fueron memorables ya que estos parecían actuar como si estuvieran solos; empujones entre ellos dentro y fuera del agua, “manguerazos” de agua con la trompa, y con la misma, arena bufada hacia su propio el lomo. Cuando terminó el espectáculo subieron alocadamente una pequeña colina de arbustos entre bramidos y desaparecieron.









































El barco encendió los motores y volvió por el mismo camino pero un poco más separado de la orilla y algo más deprisa, cuando llegó a la orilla Sur del punto de partida la embarcación tomo el camino hacia el lago Edward también por esta misma orilla.
Esta segunda parte del safari fluvial hacia el lago Edward no tendría nada que envidiar a la primera.
Un pequeño Malachite Kingfisher o Martín perscador Malaquita cruzo volando y se posó en unos cañaverales, de plumaje azul vistoso y pico largo y rojo, no pasó desapercibido para algunos turistas del barco.
Doscientos metros más adelante tres cocodrilos sesteaban mientras uno de ellos salía decidido del agua, otros dos grandes y lustrosos permanecían con la boca abierta a pocos metros de la orilla. Más hipopótamos, búfalos, garzas, cocodrilos, cormoranes, gansos egipcios…






















Cuando al canal Kazinga le faltaba poco para romper en el lago Edward y toda nuestra atención estaba en la proa del barco, una rápida sombra apareció a nuestra izquierda de atrás a delante y en ascenso; giramos la cabeza, todavía chorreaba el agua de las patas del un águila enorme y majestuosa (Africam fish Eagle) que acababa de posar sus garras sobre el agua unos metros por detrás del barco. Nos perdimos la caza que si habíamos visto en Murchison Fall, pero la suerte hizo que el águila se posara en la rama de una enorme acacia que “orillaba” su tronco a las aguas mansas del lago Edward. Allí pudimos ver como el águila despedazaba y devoraba el pez bajo sus garras.
























El canal se fue abriendo poco a poco al impresionante y gigantesco lago Edward. Unos minutos más tarde de la apertura del Kazinga al Edward asomaba en lo alto de una ladera una pequeña villa de pescadores con casas de madera. Esta estaba situada a unos a unos 300 metros de la orilla. En esta varias mujeres nos saludaban mientras lavaban la ropa en barreños, tenían tendidas las sábanas en la hierba al lado de dos enormes búfalos y parecían ignorar que por allí también habitaban los cocodrilos. Varias barcas de pescadores faenaban en ese momento mientras otras estaban amarradas en la orilla.






























El barco navegó en paralelo al pueblecito de pescadores, al finalizar este apareció una especie de playa en forma de península del tamaño y forma de un coso taurino. Esta pequeña península estaba repleta de aves: cormoranes, gansos, pelícanos y como casi siempre un solitario y destacable por su alzada Saddle-billed Store, con su característico pico rojo y amarillo. Entre tanta ala el olor a guano era fortísimo, lo que no impedía a algún que otro cocodrilo pasar las horas muertas dormitando en un terreno sembrado de plumas.
Miramos al horizonte y no pudimos adivinar el final del lago Edward. Este situado en la frontera entre Uganda, Ruanda y República del Congo se encuentra situado a 920 m sobre el nivel del mar y tiene 77 km de largo por 40 de ancho, contando con una superficie de 2325 km² .
















El barco dio la vuelta y se dirigió de nuevo al canal Kazinga. Vimos como los últimos pescadores y lavanderas se recogían a sus precarias casas colina arriba.
Cuando llegamos al embarcadero Richard y Joseph nos esperaban y nos dirigimos al Mweya Safari Lodge. Situado en lo alto de una colina que a su vez se encuentra en una península formada entre la desembocadura del canal Kazinga en el lago Edwad y este último, tiene unas vistas fantásticas a estos. En él aprovechamos para mandar algún email y comprar una tarjeta de teléfono.

































En el camino de vuelta al Simba camp observaba por la ventana del todoterreno como el sol caía en el horizonte. Entre otros pensamientos recordé lo que Pablo (nuestro hijo mediano) me dijo el año pasado después de ver una manada de elefantes jugando en el Parque Nacional del Lago Manyara(Tanzania):
“Papá, nunca más quiero ver un Zoo”
Nosotros no es que vayamos mucho al Zoo, solíamos visitarlo una vez cada dos o tres años y siempre habíamos pensado que era una especie de cárcel para los animales, pero como los niños se lo pasaban bastante bien seguíamos yendo alguna vez, las últimas sin Miguel que ya no estaba para “esos royos”
Pablo comprendió la diferencia de vivir en estos extraordinarios Parajes naturales totalmente en libertad, en contraste con la de la cárcel con pocos metros cuadrados del Zoo, lleno de animales famélicos y desnutridos de vitalidad, sin apenas masa muscular por falta de movimiento en espacios abiertos…
El mismo contraste que encontramos al vivir en grandes núcleos urbanos o países “desarrollados” respecto a lugares donde el tiempo apenas ha pasado y donde la naturaleza se abre camino como hace miles de años.





Aguas Termales de Kitagata

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Apenas amaneció salimos en dirección al lago Bunyonyi, pasaríamos de los 900-1000 metros sobre el nivel del mar de Queen Elizabeth Nacional Park a los casi 2000 m de este lago.
Pero antes teníamos pendiente una visita. Una de las cualidades de Richard era la de conocer algunos lugares menos visitados por los turistas pero muy interesantes. Richard en realidad es un ratón de Uganda, conoce bastante bien cada rincón del país.
Uno de estos lugares supuestamente curiosos eran las aguas termales de Kitagata. Como nos pillaba de paso nos acercamos a verlas.
Después de una hora de trayecto por caminos que incluían puertos de cierta consideración y donde las plantaciones de plátanos llenaban grandes terrazas en laderas montañosas, llegamos a Kitagata. Antes habíamos parado unos minutos para admirar el espectacular lago de Nkugute, incrustado en un gran cráter rodeado de frondosa vegetación, montañas y con un contorno que se asemeja al continente africano.


























Kitagata

En Uganda hay dos lugares de peregrinación para la curación de enfermedades de todo tipo. El más conocido es Mulago, el otro se llama Kyomugabe Ekitagata o aguas termales para el rey Mugabe (Omugable de Ankole) antiguo reino del sudoeste de Uganda abolido en 1966 de los cuatro reinos tradicionales que había.
Kitagata en un pueblo de Bushenyi, un distrito localizado al Sudoeste de Uganda
Kitagata es una lengua vernácula o local que significa calor, pero debido a la popularidad del lugar el pueblo y la zona se llaman Kitagata.
El horario oficial es desde las 4 de la mañana hasta las 7 de la tarde, los pacientes las utilizan dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde. Las aguas se usan tanto para bañarse como para beber y deben respetarse los turnos para el tratamiento.
















Mucha gente del país viaja a Kitagata en busca de la curación, hay incluso un autobús diario que viaja desde Kampala a Kitagata.
Para garantizar el orden y la higiene en el Kitagata hay una serie de normas que hay que cumplir en las aguas termales: No se puede hacer ruido, hogueras o usar jabón, los niños pequeños tienen que meterse al agua en pañales. Hay una última que no deja de ser curiosa y que hace referencia a que no se puede luchar.
Los ugandeses alquilan habitaciones privadas locales que les salen entre 150 y 400 chelines por día por persona.
Kitagata recibe unos 800 visitantes (los pacientes) cada semana. Según los lugareños no hay una sola enfermedad en la tierra que estas aguas termales no puedan curar; erupciones en la piel, fiebre, dolores articulares, cáncer, heridas de todo tipo y tamaño; lo que el médico no puede Kitagata lo remedia.









































Hay una zona de las aguas termales por donde mana el agua (Akaswonswo) a la vez que salen burbujas. De aquí la gente suele beber después de dejarla enfriar. Si uno tiene problemas de estómago no hay más que tomarse un trago.

El coche se salio del camino y tomó un desvió. Paramos el coche a unos 100 metros de las aguas termales. Según andábamos vimos una aglomeración de cuerpos semidesnudos entre cortinas de vapor.
Cuando Richard nos dijo que íbamos a ver unas aguas termales me hubiera imaginado cualquier cosa menos las increíbles escenas que veríamos.
En esos momentos nos dimos cuenta de que estábamos en un momento y lugar especial, lleno de estremecedora de belleza. A cuarenta metros de las aguas tiré alguna foto puesto que se supone que aquí no puedes hacerlas. Cuando llegamos junto a las aguas noté como mis pulsaciones subían de la emoción; tenía que pellizcarme porque no creía lo que estaba viendo. Al menos un centenar de personas yacían placidamente en las aguas calientes de Kitagata. La escena no parecía real, cuerpos esparcidos entre las aguas, torsos desnudos, pies, rodillas, hombros y brazos emergiendo de cuerpos hundidos, por momentos apenas visibles por las densas cortinas de vapor. Apenas se oía un ruido ya que hablaban entre susurros. El decorado acompañaba la escena, ya que de fondo las aguas eran arropadas por una gran arboleda suavizada por los grandes efluvios del manantial.
Fuimos bordeando el manantial mientras Joseph hablaba con una especie de guía local que iba dando detalles de Kitagata.





























Aunque en las aguas había tanto hombres como mujeres unos y otros estaban dispuestos en grupos diferenciados pero sin grandes limitaciones, ya que había zonas limítrofes donde ellas y ellos confluían sin el menor problema. Los niños solían estar con las mujeres y daba gusto observar como el cuerpo desnudo era compartido con los demás sin ningún tabú. Cuerpos todos bellos, daba igual la edad, porque la fealdad está solo en el que mira y juzga.
Todo esto de por sí ya bellísimo tenia un añadido más; estaban todos estado de laxitud absoluta, en sus miradas se leía la dicha y sus movimientos pausados con la cabeza seguían nuestros pasos allá donde no moviéramos.
Una mujer bastante mayor interrumpió a Joseph cuando este nos explicaba lo del agua que manaba en la zona burbujeante, nos ofreció su vaso lleno de agua del manantial; allí mismo lo había sumergido junto a una especie de camisón que flotaba entre sus caderas sumergidas. De repente desperté, estaba agilipollado y embobado por las imágenes, solo había hecho una foto y desde 40 metros, no podía desperdiciar un momento así. Pero esa mujer mayor con la más educada invitación que nunca a nadie le hicieron para coger un tifus me sacó de mi embobamiento, y aunque el encanto seguía ahí tomé cierta distancia de la situación para titar alguna foto.
El problema era hacerlas sin llamar la atención con mi cámara réflex que no era precisamente discreta. Primero probé a mirar por el visor pero al primero que puse nervioso fue a Joseph, nuestro chofer. Aunque tome una foto, pronto vi que no era el camino ya que se me veía bastante el plumero y los murmullos de los baños habían subido. Aunque tenía de mi parte el relax al que estaban sometidos los bañistas por el efecto de las aguas calientes, no debería seguir por ese camino ya que podría terminar retratando gente crispada.











































Mi segundo intento consistió en apuntar con mi cámara pequeñas cosas o rocas del agua, primero cerca de mis pies y luego más lejos, como retrataba burbujas y rocas nadie decía nada. Como tenía un objetivo multiusos que suelo llevar en los viajes, abrí el ángulo al máximo y apuntando a alguna roca cercana conseguía también tener plano de la gente, pero las fotos no salían bien porque este tipo de objetivos no tiene su fuerte en los limites de su focal, así que utilicé una focal intermedia y deje la cámara colgando sobre mi abdomen. De vez en cuando disparaba sin mirar por el visor y parece que esto dio algo de resultado, aun así el proceso era lento y algo agobiante. Hasta que me acordé del mando del disparador automático. Configuré la cámara para disparo con mando y saqué este. El anterior mando era más discreto y ocupaba como un dedo, pero lo perdí el año pasado, de esas cosa que se pierden en tu propia casa y un año de estos aparecerán. Pero este mando era de esos universales del tamaño de un teléfono móvil, así que lo puse en la oreja e hice como que hablaba mientras disparaba sin enfocar. Aquí tuve la involuntaria colaboración de Marga que andaba fisgando por su cuenta. Ella y su pareo africano llamaban mucho la atención porque veían a una turista con sus mismas telas. Por un momento los bañistas miraban a Marga y sus movimientos, lo que me ayudo bastante a sacar alguna foto sin el personal pendiente de mí. Incluso en la composición de alguna foto con diagonal de miradas hacia otro lado fue determinante.






















Después de tirar algunas fotos guardé la cámara y dimos alguna vuelta más entre el manantial. Hablamos con un grupo de mujeres que le preguntaban a Marga donde había comprado el Kanga o pareo y cuanto le había valido, cuando esta respondía que un dólar comentaban algo en ugandés entre risas, por lo visto un dólar era un timo para un pareo a precio local.
Contemplamos una vez más los cuerpos entre bellísimas brumas de H2O y nos despedimos del grupo de mujeres con el que habíamos hablado.
Salimos de allí con la sensación de haber visto algo extraordinario y mágico.