28/7/09

Lago Victoria - Kasenyi

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Habíamos descartado visitar alguna de las islas del Lago Victoria al no disponer de suficientes días para ello. Otro de los motivos era la bilharzia o esquistosomiasis un microorganismo presente en muchos lagos de Uganda. Había un tercer motivo también importante y es que las aguas no merecen la pena más allá de la superficie, ya que sus aguas son bastante turbias y poco buceables.
Aún así, algunas de las islas son preciosas y con gran cantidad de vegetación y animales, sobre todo aves.
Descartada la opción de las islas, si queríamos conocer una zona representativa del Lago Victoria. Después de mirar bastante en la red encontramos por fin lo que buscábamos; un pueblo típico con sus pescadores, sus barcas y un pequeño astillero.
El pueblo, llamado Kasenyi, era una pequeña villa de pescadores y estaba situado a 40 minutos de Kampala.










Partimos desde nuestro hotel el Airport Guesthouse Entebbe bastante temprano, para ello habíamos alquilado un taxi para media jornada por 35$ que nos llevaría primero al Kasenyi y más tarde a Kampala. Podíamos haber tomado algún matatus, esas pequeñas furgonetas que transportan viajeros por toda Uganda, pero al tener un solo día no queríamos perder parte de las últimas horas en los traslados, además queríamos tomárnoslo como un día relajado, ya habíamos tenido demasiado movimiento.

A las 8 de la mañana llegó nuestro taxi, rápidamente tomamos dirección Kasenyi, después de pasar por un supermercado de comestibles. Los últimos kilómetros antes de llegar al pueblo no hicieron reencontrarnos con los camino s de tierra.
Cuando llegamos a Kasenyi el taxista aparcó y nos dijo que nos esperaba en el coche, tumbó el asiento y se dispuso a dormir.

























Lo primero que vimos nada más bajarnos fue una gran fila de casetas de madera que apenas dejaban ver la pequeña playa y el lago. La mayoría de estas casetas servían de almacén de aparejos de pesca, aunque otras eran utilizadas como hogar de pescadores. Junto a estas primeras construcciones había otras más grandes hechas de ladrillos y una cabañas con paredes y techos de chapa.
Al atravesar las primeras construcciones nos encontramos directamente en la arena de la playa y rodeados de barcos de pesca de diferentes tamaños y colores. Encima de ellos se posaban garzas de rizos y aves martillo.
Nos quedamos un rato contemplando la inmensidad del Lago Victoria, la misma sensación que estar viendo el mar.






















Ya he dicho anteriormente que el lago Victoria es considerado uno de los nacimientos del Nilo, en realidad el más importante. Sus enormes dimensiones, con un tamaño tan grande como Irlanda o dos veces y media Galicia, son de una magnitud extraordinaria. Sus orillas bañan Uganda, Tanzania y Kenia y su inmensidad es proporcional a su majestuosa quietud.

Entre dos barcos varados en la arena un pescador trataba de vender un enorme ejemplar de perca. Esta fue introducida sobre los años 1950 por empresas rusas en el Lago Victoria para la explotación de la misma en grandes cantidades. Con el tiempo se hizo fuerte y desplazó a los peces autóctonos rompiendo totalmente el ecosistema anterior.
Después de una pequeña charla aprovechamos y nos hicimos alguna foto con el pescador y su presa.
Algunos barcos grandes de pesca estaban en la misma orilla dispuestos para salir a faenar. Un pescador dentro del barco disponía los últimos detalles antes de la pesca.



















Seguimos bordeando la playa entre más barcos. Pronto llegamos a una zona donde se fabricaban pequeñas embarcaciones de pesca. Algunos barcos estaban a medio construir; el lugar era un pequeño astillero donde algunos hombres trabajaban en ese momento. Justo al lado nuevas cabañas de madera, esta vez más grandes. En una de ella un pescador troceaba pescado machete en mano. Más allá un hombre compraba pescado a otros dos; sacó unos cuantos francos ruandeses a cambio de varios ejemplares previamente pesados en una báscula colgante.
Dejamos la arena de la playa y nos adentramos en una zona donde esta daba paso a las rocas asomándose al agua. Allí un hombre cargaba enormes ejemplares de percas en su bicicleta.
























Justo donde finalizaba la zona de rocas comenzaba una pradera verdosa, ya que la exuberante vegetación de Uganda llega hasta la misma playa del lago Victoria en lagunas zonas. Tres hombres con billetes en mano cerraban un trato de compraventa de pescado. Por todos lados íbamos encontrando pescadores y compradores de pescado.
Seguimos andando paralelos al lago y viendo el pulso de sus gentes; un hombre cosía redes en el suelo, otros colocaban otras de llamativos colores plegadas en las barcas. Más allá algunas mujeres lavaban en barreños la ropa que luego tendían en ramas de árboles o en la misma hierba que aquí había ganado más terreno a la arena para acercarse a las mismas rocas.



























Desandamos el camino y deambulamos de nuevo por las cabañas de madera. Vimos como algunas mujeres preparaban la comida a las puertas de su casa con pequeños pucheros que reposaban en humeantes braseros. Otras en cambio utilizaban gigantescas cazuelas que darían de comer a bastantes. En Uganda las mujeres sólo cocinan una vez al día, y esta comida servirá para todo el día.
Otra mujer mercadeaba con su bebé a la espalda, cerca de ella un hombre estaba sentado junto a una pirámide de pequeños peces previamente secados con alguna técnica artesanal y que estaban amontonados sobre una tela en el suelo.
En la puerta de otra cabaña un hombre metía la mano en un barreño lleno de pequeños peces gato que nadaban a su antojo en el pequeño espacio.


























Cuando ya nos íbamos vimos a dos niños bañándose y jugando en la playa. Cogí la cámara y disparé un par de veces. Fui a sacar una tercera foto pero el foco de mi atención cambió por completo; una mujer de exótica belleza había llegado a la orilla para recoger agua con su bidón amarillo, llevaba un vestido vainilla salpicado de flores de color rosa y beis, sobre su pelo un pañuelo granate claro dejaba escapar finas coletas trenzadas. A su alrededor revoloteaban una decena de libélulas gigantes que aparecían y desaparecían de mi encuadre. Me regaló una sonrisa y disparé. Esta fue nuestra última imagen del Lago Victoria, una Ninfa entre pequeños dragones de viento.



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