11/10/09

Queen Elizabeth National Park I - Mweya

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Después del trekking salimos inmediatamente hacia Queen Elizabeth National Park, unas 3 o 4 horas de viaje; otra vez llegaríamos de noche pero con la ventaja de que pasaríamos dos noches en este Parque.
Como ya habíamos comido el pack lunch después de ver el mercado de Fort Portal y antes del Trekking, nuestro viaje fue bastante directo, aun así pudimos ver las escenas habituales en los caminos y carreteras de Uganda, más gente transportando bidones de agua, más bicis con su carga de plátanos…



















Pudimos admirar también el increíble perfil de las montañas de la Luna o Rwenzori, esta cordillera se sitúa entre la Republica Democrática del Congo y Uganda. El pico más alto es el Monte Margarita o Stanley con 5109m y glaciares en sus cumbres; es la tercera montaña más alta de África después de el Kilimanjaro y el monte Kenya. Preciosa cumbre que me hizo evocar las cumbres del Kilimanjaro junto a mi hijo Miguel, donde vivimos aquella inolvidable aventura.
































A las 8 de la noche llegamos al Simba Safari camp. Situado en los márgenes (a unos 15 minutos) del Queen Elizabeth National Park en la zona de Mweya, muy cerquita del Ecuador terrestre, en un lugar aislado y tranquilo.
El Simba Safari camp es un Lodge de tipo medio bastante nuevo. Sus dueños, dos ugandeses jóvenes, se preocupan muchísimo por el turista. La comida es bastante buena y las habitaciones son espaciosas y están bien, con baño incluido (self contained). Estas están dispuestas como pequeños chalets adosados con terracita incluida. El cliente tipo es el de gente joven, la mayoría estudiantes, aunque también hay familias y parejas de mediana edad como nosotros.




























Al ser relativamente nuevo se hecha de menos algún árbol y un poco más de zonas verdes dentro del recinto, ya que fuera si las hay. De hecho el Simba Safari tiene buenas vistas, entre ellas aunque algo lejos las de los montes Rwenzori. Su restaurante resulta muy acogedor, con un gran porche abierto por dos lados y en un ambiente bastante relajado.
A la mañana siguiente después de desayunar nos dirigimos al corazón del Queen Elizabeth National Park. Ya por el camino se adivinaba un cambio en la orografía y flora; menos accidentada y menos verde, apareciendo en todo su esplendor la sabana de Mweya en Queen Elizabeth.























Por el camino pudimos ver restos de fuego; la noche anterior se veía un gran resplandor rojo en el horizonte desde el Simba Safari camp. Richard nos decía que se provocaban para quemar la hierba seca porque si no se iban los antílopes kobus y otros animales hacia otras tierras al no poder ver a los depredadores con la hierba tan alta.
Paramos unos minutos para contemplar uno de los muchos y bellos lagos de sal formados en los lechos de los cráteres de Queen Elisabeth.























Antes de comenzar el game drive nos dirigimos a las oficinas que estaban al lado del Canal Kazinga para comprar los tickets del recorrido en barco que realizaríamos por el mismo a las tres de la tarde.
A los diez minutos de comenzar el game drive el todoterreno pinchó, cuando Joseph sacó el gato hidráulico comprobó que este no funcionaba. Como estábamos cerca de las oficinas del Parque todavía, nos acercamos a estas en busca de ayuda. Allí un guarda se ofreció a ello. Joseph se fue con el ranger en busca de un gato en condiciones; al final perdimos cerca de hora y media de game drive en Mweya por culpa de un coche que no estaba equipado ni revisado correctamente. Unos días después le mandamos una carta desde el lago Bunyonyi a la agencia Gorillatours que nos había alquilado el coche. Nos quejamos de nuestra situación y del tiempo perdido. Al final del viaje la agencia “respondió” correctamente, como ya comenté en la segunda entrada.





















Esa hora y media la aprovechamos viendo la tiendecita de la oficina, mirando en un mapa el recorrido del safari fluvial que haríamos por la tarde en el Canal Kazinga y sobre todo lo utilizamos para observar y fotografiar la gran cantidad de aves que había por los alrededores; sobre todo de Goleen-backed weaver, una especie de gorrioncillos naranjas, amarillos y negros que proliferaban hasta en los interiores de la tienda; otros de los que abundaban eran los amarillentos y con una mancha blanca alrededor de los ojos Yellow White-eye; y por ultimo, dentro del lote de los numerosísimos, no podían faltar los multicoloridos Red-chested Sumbird, con sus verdes, azules, rojos y negros repartidos en cuatro franjas horizontales. Entre todos estos destacaba algún Red-billed firefinch, totalmente rojos y muy escurridizos; estos echaban a volar con solo mover una ceja, no digamos armar la cámara.


















La verdad es que la hora y media se nos pasó muy rápido persiguiendo tomas imposibles, ya que las dichosas aves retratadas no siempre estaban por la labor de posar a una distancia “prudencial”.
Cuando se solucionó el problema de la rueda empezamos nuestro game drive por Queen Elizabeth. Lo primero que vimos fue una familia de antílopes de agua (Waterback), todos mirándonos fijamente con cierto temor. Más adelante aparecieron varios ejemplares de antílopes; en este caso se trataban de Kobus Kob, algunos iban en pequeños grupos y otros en solitario.





























Un poco más adelante Marga advirtió en el suelo un pequeño movimiento, le dijimos a Joseph que parara. Efectivamente en unos pequeños montículos de arena a la derecha del coche pudimos ver dos ejemplares de Wattled Plover, un ave de unos 30 cm de altura especialmente bella, tanto por sus llamativas patas y pico amarillo chillón como por su cabeza de unas proporciones euclídeas, de ojos verdeazulados aguamarina, con una franja blanca a modo de boina y una pose señorial; era una especie de perdiz zancuda aristocrática. Había visto algún ejemplar en algún libro, pero esta vez estaba aquí, a tres metros del todoterreno, y digo estaba por el otro ejemplar se había ido alejando con pasitos apresurados hacia un arbusto. Pero este parecía ser curioso y nos observaba al igual que nosotros a él. Cuando armé la cámara se fue dos metros para atrás; justo la distancia que hace que una buena foto se convierta en corriente en un animal de pequeño tamaño. Así que utilicé mi truco de silbidos agudos y repetitivos que alguna vez me daba resultado… la verdad es que pocas.





















Silbé repetidamente diversos soniquetes y el Wattled Plover empezó a andar dubitativamente hacía nosotros y haciendo eses, como queriendo acercarse a escuchar pero con disimulo. Yo seguía con mis silbidos ante las risas de Marga, Richarh y Joseph, no sé si por mis buenos resultados o mis estrambóticos y extraños gorgojeos. De todas formas es una vieja costumbre que tengo desde niño la de silbar bastante a menudo; voy por la calle y mis hijos más de una vez me llaman la atención por que les da vergüenza ajena que vaya entonando una canción a pleno silbido. Es una característica de de mi estado vital, voy contento por cualquier cosa y me sale el silbido fácil. Esto más de una vez me ha traído miradas de incomprensión, puesto que el silbido no es entendido igual en todas las culturas. Por ejemplo en la cultura árabe como Egipto y en algunas culturas asiáticas no está muy bien visto, aunque no renuncié a ese privilegio por ello, y allí estaba yo en pleno Han El Halili silbando a pleno pulmón.



















Bueno, el caso es que el animalillo se acercó un poco más y pudimos observarle más cerca y hacerle una foto más decente.
Unos kilómetros más tarde vimos un solitario antílope de agua o Waterback, le dijimos a Joseph que parara y este lo hizo bruscamente por lo que el antílope se asustó y echo a correr justo para atravesar el camino unos metros más adelante. No me dio tiempo a ajustar la cámara pero a pesar de todo pude sacarle en plena carrera con las patas delanteras recogidas y las traseras apoyadas dándose impulso. Pena de no haber ajustado una mayor velocidad de obturación.




























Después de un buen rato escudriñando Mweya, vimos que la variedad de animales no era mucha, aun así el parque era precioso y esperábamos con ganas el safari fluvial en el canal Kazinga.
A la izquierda del camino apareció una gran manada de búfalos que comían verdes pastos en una de las pocas zonas verdes del interior de Mweya. Más allá unos cuantos buitres sobrevolaban en círculo y a pocos metros del suelo una zona concreta, indicio de algún animal muerto.
De nuevo otro antílope de agua, esta vez un gran macho solitario que no se asustó, pero movía la oreja para escucharnos como si fuera un radar.


















Más kobus en familia y un par de búfalos bastante cerca del camino, estos últimos también orientaban sus orejas hacia nosotros. A esa hora hacía calor y se podían apreciar en los búfalos el rojísimo interior de sus orejas, seguramente por un aumento de vascularización en esta zona bastante expuesta al sol.
Una solitaria garza blanca y un enorme hipopótamo embarrado fueron el postre de de este game drive.


















Volvimos al Simba safari camp y por el camino aprovechamos para hacernos una foto en el circulo de la carretera que indicaba el Ecuador Terrestre (esto ya lo he vivido).

























Llegamos al Simba camp y mientras nos hacían la comida nos dio tiempo a descansar un poco en la terraza de la habitación y comprobar si nuestras ropas tendidas la noche anterior se habían secado. Incluso tuve tiempo de perseguir ciertos ejemplares de mariposa que revoloteaban por las flores silvestres de los jardines.



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